29/06/2021

El desafío de Internet a nuestros datos personales

La sociedad es en donde nacemos, en la que estamos inmersos cotidianamente; la sociedad virtual es intangible, depende de la real, pero posee sus propias características. La sociedad tiene límites locales, fronteras geográficas y políticas; pero la virtual traspasa esas demarcaciones y fluye en ámbitos transfronterizos, su referente es global.

Es en el ciberespacio, donde se mueve la sociedad virtual, donde se modifica la percepción espacio-tiempo; los usuarios, los actores, los observadores de la sociedad virtual crecen exponencialmente y clarifican sus derechos, los comparten y los refuerzan; el ciberespacio se vuelve un terreno educativo, de investigación, de transacciones comerciales y de mercado, de política económica, de denuncia, de lucha social y de crimen.

Esta sociedad crea nuevas identidades, nuevos ciudadanos: los netizen, término formado por net = red y cit(izen) = ciudadano; en consecuencia, se generan nuevos términos, nuevas ocupaciones y quizá, hasta nuevos delitos, como los llevados a cabo por los hackers y los contra-hackers, así como los introducidos por los virus y los antídotos, para defenderse de los ataques de quienes, por gusto, curiosidad, reto, o maniobra destructiva bajo contrato, se hacen de bienes, trabajo y conocimiento de otros.

Toda esta conversación conectada está transformando también al público. Como Narciso, también nos dejamos seducir por nuestra propia imagen online y la tentación de tener cada vez más lazos sociales.

También estamos inmersos en una era de invención mediática sin precedentes. Hemos pasado del primer Internet basado en la web al mundo, siempre conectado, posterior a la computadora personal. Pronto entraremos en la era de la informática generalizada, en la que todos los aparatos y objetos construidos estarán conectados y serán interactivos, con capacidad de recoger y emitir datos. Es lo que se ha dado en llamar “Internet de las cosas”.

La tendencia hacia la globalización viene impuesta por el carácter interdependiente, multicéntrico y multicultural de los fenómenos que gravitan sobre el horizonte presente de la reflexión jurídica. La “globalización” es el término con el que se alude a los actuales procesos integradores de la economía: financiación, producción y comercialización.

Inquieta pensar que hace más de 50 años McLuhan ya había adelantado las consecuencias de este entorno saturado de medios de comunicación. Cuando hablaba de la “aldea global” no se refería exactamente a que estaríamos conectados unos con otros. Lo que le preocupaba más bien era que todos conociéramos los asuntos de los demás, que perdiéramos parte de nuestra privacidad como resultado de vivir en un mundo con un conocimiento tan íntimo de las vidas ajenas. A esto McLuhan lo llamó “retribalización” y con ello quería decir que los medios de comunicación modernos nos llevarían a imitar el comportamiento de las aldeas tribales. Hoy en día los efectos de este fenómeno nos ayudan a definir el entorno mediático. Nos gestionamos a nosotros mismos de manera consciente como si fuéramos marcas en línea, nos preocupan más que nunca los asuntos de los demás y tenemos más probabilidades de que nos hagan reproches o nos pongan en evidencia que en la desparecida (y más anónima) era de la comunicación de masas.

Si lo pensamos ahora, resulta evidente: en un mundo de tiendas de discos y videoclubes, almacenar mercancía física acarreaba grandes costos. Por eso resultaba más rentable almacenar éxitos que contenidos menos populares. Con la llegada del mundo online, donde los contenidos de todo el mundo pueden almacenarse en servidores; los números cambiaron: el material menos popular ya no resultaba más caro de almacenar que el superventas. En consecuencia, el público se fraccionaría y encontraría online hasta los contenidos más extraños con mayor facilidad que en un Blockbuster.

No supimos ver que la arquitectura de Internet sería abierta y que el poder se distribuiría. Que cualquier nodo podría ser un servidor o que un directorio no funcionaría jerárquicamente, como lo habían hecho la industria o las empresas de medios de comunicación. Internet se concibió para fines militares y académicos, pero llevaba dentro el germen de una serie de valores concretos referidos al acceso abierto sin puntos centrales de control. Y este acceso abierto ha sido determinante para el rápido crecimiento de todo tipo de medios nuevos. Diversidad y apertura han definido el entorno de los medios de última generación. Y no ha sido por casualidad, no había ningún determinismo tecnológico en juego.

Fraude Tecnológico, abuso en línea y Usurpación de Identidad

La ciberdelincuencia podemos definirla como cualquier tipo de actividad ilegal en la que se utilice Internet, una red privada o pública o un sistema informático. Aunque muchas formas de ciberdelincuencia giran en torno a la obtención de información sensible para usos no autorizados, otros ejemplos son la invasión de la intimidad del mayor número posible de usuarios de computadoras. La ciberdelincuencia comprende cualquier acto criminal que utilice computadoras y redes. Además, también incluye delitos tradicionales realizados a través de medios tecnológicos. Por ejemplo: los delitos motivados por prejuicios, el fraude por Internet, la suplantación de identidad y el robo de cuentas de tarjetas de crédito cuando las actividades ilegales se llevan a cabo utilizando equipos de cómputo e Internet. Por tanto, el concepto de ciberseguridad ha sido asimilado desde sus orígenes a la seguridad en el ámbito de los medios informáticos, e incluso hasta bien recientemente se consideraba como un elemento esencial para la protección de toda clase de infraestructuras.

Sin embargo, dicho concepto hoy en día se ha modificado, dotándolo de una mayor y más amplia proyección, en cuanto que supone la protección específica del ciudadano en internet, mediante una estrecha colaboración con la Administración Pública y con las empresas, que se materializa en múltiples manifestaciones, que van desde la identidad digital, pasando por la firma electrónica, o los centros de alerta temprana (CERTs) hasta llegar a cualquier clase de servicio público o privado de información al ciudadano. Esta protección también se hace indispensable para toda clase de organizaciones, donde tienen su acomodo en múltiples aplicaciones, y, del mismo modo, debe destacarse su importancia en relación en  las llamadas “infraestructuras críticas”, donde cobra una especial importancia en los desarrollos e implantación de planes de ciberseguridad para centrales nucleares, sistemas de control, refinerías, oleoductos, gaseoductos, presas y sistemas de distribución de agua, redes eléctricas, entre otras muchas instalaciones, etc.

Ante este panorama son muy numerosas las políticas que se diseñan para garantizar y prevenir la seguridad a través del ciberespacio frente a los ataques que se dirigen contra los más diversos objetivos. Así, entre los más recurrentes, y vulnerables, cabe señalar los siguientes:

a). La prevención de los ataques a los sistemas de información. Estos ataques motivados, principalmente, por afán de lucro como la extracción de datos personales de manera ilegal, sin que el usuario sea consciente de ello. O el secuestro de información contenida en nuestras computadoras y dispositivos (Ransomware)

b). Los retos relacionados con la difusión de los dispositivos móviles. Este problema viene potenciado por aumento de los dispositivos móviles y de los servicios basados en la utilización de redes móviles.

c). Los retos relacionados con el advenimiento de los “entornos inteligentes”. Estos “entornos inteligentes” suponen un punto importante dentro de la sociedad de la información. Los expertos esperan que, en un futuro inmediato, los dispositivos inteligentes apoyados en las tecnologías de la computación y de las redes se conviertan en una presencia permanente en la vida diaria. A pesar de las obvias ventajas que conllevan estos avances, también pueden suponer un riesgo hacia la seguridad y la vida privada.

d). Los retos relacionados con la sensibilización de los usuarios. Uno de los problemas a los que enfrentamos es la extendida infravaloración que otorgan los usuarios a los riesgos que corren. El reto es conseguir presentar la seguridad como un activo y no como un costo de manera que los usuarios no lo consideren un aspecto negativo como viene sucediendo, en cierta medida, hasta el día de hoy.

Por ello la ciberseguridad ha de contemplarse tanto desde la perspectiva de la prevención y de la vigilancia, y a su vez como reacción cuando el delito se ha producido,  cuando lo que está en riesgo es la defensa de las personas y del medio ambiente, la prevención y control del fraude, la necesidad de mantener la eficacia y la eficiencia en los procesos de negocio, la preservación de la confidencialidad de la información, la integridad de los datos almacenados o transmitidos, la autenticación de los usuarios y los sistemas, la trazabilidad de los actos de negocio, el cumplimiento de las leyes, las regulaciones y los estándares nacionales o internacionales, la gestión de los procesos de seguridad, y otros procesos análogos, y ello sin desdeñar otros aspectos importantes, como pueden ser la salvaguardia de los bienes propios o ajenos o la protección de la reputación de las personas, marcas o de las empresas.

Siguiendo a Don Javier Puyol, “ya señalaba Rabindranath Tagore que el hombre necesita la máquina y la organización, pero tiene que dominarlas y humanizarlas en vez de resignarse a ser mecanizado y deshumanizado por ellas. El verdadero peligro para el hombre no está en los riesgos que corre la seguridad material, sino en el oscurecimiento del hombre mismo en su propio mundo humano", y como recuerda Lopezserrano Reyes, los avances tecnológicos y científicos de gran magnitud siempre han chocado en su etapa inicial con instituciones que controlan y rigen el orden de la sociedad, y esto incluye a la religión. Recordemos el caso de Galileo, torturado y apresado por tener el atrevimiento de declarar que la tierra no sólo no era el centro del universo, sino que tampoco era plana. Este miedo al cambio y a lo nuevo se puede traducir en un rechazo programado hacia aquello que lo represente. Y en este panorama, la Inteligencia Artificial puede ser al mismo tiempo, víctima y culpable de su propio proceso de evolución”.

La Inteligencia Artificial conjunta una serie de disciplinas con objetivos comunes entre ellos la resolución de problemas o la realización de tareas complejas por requerir un cierto grado de inteligencia. Lo anterior puede llegar a tener una importante connotación ética por el posible perjuicio que pudieran tener directamente o indirectamente las personas (la vida, la salud y el medio ambiente, la libertad, la intimidad, el puesto de trabajo o la dignidad de alguien, y en general a su bienestar físico y mental). En el ámbito jurídico no podemos dejar de considerar la confidencialidad de la información en Internet, la protección de datos personales, biga data, el interfaz con los distintos tipos de usuarios, la seguridad informática, la investigación cibernética, los derechos de autor, la responsabilidad, la cadena de bloques (blockchain), etc.

 

En cualquier caso, no cabe duda de que la sociedad de la información comporta nuevos retos para las personas, entre los que destacamos:

  1. El cambio continuo, la rápida caducidad de la información y la necesidad de una formación permanente para adaptarse a los requerimientos de la vida profesional y para reestructurar el conocimiento personal.
  2. La inmensidad de la información disponible y la necesidad de organizar un sistema personal de fuentes informativas y tener unas técnicas y criterios de búsqueda y selección.
  3. La necesidad de verificar la veracidad y actualidad de la información.
  4. Gestionar nuestra presencia en el ciberespacio.
  5. Los nuevos códigos comunicativos, que debemos aprender para interpretar y emitir mensajes en los nuevos medios.
  6. La tensión entre el largo y el corto plazo en un momento en el que predomina lo efímero y se buscan rápidas soluciones pese a que muchos de los problemas requieren de estrategias a largo plazo.
  7. La tensión entre tradición y modernidad: adaptarnos al cambio sin negarnos a nosotros mismos y perder nuestra autonomía.
  8. Convertirnos en ciudadanos del mundo (y desarrollar una función social) sin perder nuestras raíces (tensión entre lo global y lo local).
  9. Debemos considerar que los delincuentes también utilizan éste medio y sofistican día a día sus formas de delinquir.

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